martes, 4 de septiembre de 2012

Cuando los hijos son los tiranos que dominan la casa


Comienzan con caprichos que son consentidos desde muy pequeños. A los 7 u 8 años le dan órdenes a sus padres, exigen tomar decisiones en lo familiar y chantajean hasta lograr sus cometidos. “Si no se les marcan los límites a tiempo ese comportamiento derivará en una adolescencia conflictiva”, advierte una especialista.


Cada vez que llega la hora de cenar la discusión es la misma. Los padres de Mateo le piden una y otra vez que apague la computadora y se siente a la mesa. Desde la oscuridad de su cuarto hace oídos sordos a la orden y la pareja discute por la desobediencia del hijo. Él les grita que se callen que no se puede “concentrar” y ellos bajan la voz inmediatamente. Con solo 7 años Mateo es desde hace ya bastante tiempo el amo y señor de la casa.
Tener autoridad como padres no significa ser autoritario.
Tener autoridad como padres no significa ser autoritario.
Él decide qué programa se mira en televisión, los horarios en que lo tienen que llevar a la casa de sus amigos de la escuela, la comida que quiere comer y hasta fue capaz de elegir el colegio para empezar el primer grado.
Por muchas personas del entorno familiar es calificado como “un chico maleducado que hace lo que se le canta”, pero para la psicología actual a este tipo de comportamiento de los infantes se lo denomina como “niños tiranos”.
“Son la clase de hijos que reclaman, demandan y piden de todo. Y si los papás le dicen que ‘no’ se convierten en niños malos”, explica la psicóloga Graciela Federicci especialista en niños y adolescentes.
Los niños tiranos deciden que se ve en la tele y hasta qué se come.
Los niños tiranos deciden que se ve en la tele y hasta qué se come.
“Son chicos que crecen con la idea de que tener es su derecho, se sienten como reyes que merecen todo lo que reciben y no necesitan agradecer. Es un estilo de crianza que a larga les hace mucho daño”, dice Federicci.
En general el carácter de estos niños suele estar marcado por la rebeldía, por no aceptar los límites y estallar escandalosamente ante la menor frustración. En tanto los padres les hablan como iguales, a la vez que les explican y justifican cualquier decisión que tomen.
“Depende pura y exclusivamente del rol de los padres. Los chicos no nacen tiranos, un chico es un chico y cuando no se le marcan los límites aparecen este tipo de comportamientos”, asegura la psicóloga.
LO QUIERO YA
Queda claro que son los padres con su falta de acción quienes permiten al niño creer que él puede ser el dueño del mundo y que jamás se le debe contradecir. Mariela Villanueva tiene un hijo de 11 años: Augusto, al que “es imposible dominar”.
Muchas veces son hijos de padres separados o ausentes.
Muchas veces son hijos de padres separados o ausentes.
“Cuando le decimos que 'no' a algo es peor para nosotros. El año pasado le compramos un celular porque decía que era lo más seguro para que sepamos donde estaba. En diciembre empezó a pedir que se lo cambiáramos por un Black Berry, como le dijimos varias veces que no podíamos 'perdió' el que tenía y no tuvimos más opción que comprarle uno, ya que nos habíamos acostumbrado a comunicarnos de esa manera”, cuenta Mariela.
Para la psicopedagoga María Paz Acevedo “los padres que forman niños tiranos son aquellos que en su niñez han sufrido mucho y ahora quieren (equivocadamente) que sus hijos no padezcan las carencias que ellos tuvieron y los crían permitiéndoles todo, dándoles los caprichos y volviéndolos hasta cierto punto antisociales, porque luego en la vida no son capaces de respetar la jerarquía de las autoridades o no son conscientes de sus límites”.
Existen otros casos donde la escasa presencia de los padres en el hogar, y la excesiva permisividad para compensar la falta de dedicación, juegan a favor del ego infantil.
Stui, el bebé de la serie animada es un claro ejemplo de "niño tirano".
Stui, el bebé de la serie animada es un claro ejemplo de "niño tirano".
“Este tipo de progenitores son deudores de una cultura dialogante, pierden de vista su papel de educadores y son incapaces de transmitir mensajes coherentes a sus hijos 
-sostiene la psicóloga Federicci- y con tal de evitar conflictos, más aún si se trata de familias desestructuradas o recompuestas, acaban negociándolo todo y también consintiéndolo todo, especialmente en lo que atañe a lo material”.
Pero la manera de ejercer el poder sobre los padres no es la misma en los varones que en las nenas. “El varón exige que se lo atienda y se cumplan sus órdenes, en el caso de las niñas la mayoría de las veces son caprichos que tienen que ver con la moda, como la ropa”, dice Acevedo que escucha este tipo de casos a diario en las escuelas donde trabaja.
Tratando de explicarlo de otra manera la psicóloga comenta: “Hay un chiste de la humorista Maitena -que pinta muy bien esta situación- donde dos madres hablan de sus hijos y una le dice a la otra que lo que le hace falta al nene de su amiga son límites. A lo que esta le pregunta: ¿y eso donde se compra?”

AL DIVAN
Preocupados y excedidos por las manifestaciones de sus hijos muchos padres optan por consultar a un profesional. “Muchos llegan cansados de la agresividad de los niños, pero en realidad aquello que más los angustia es su imposibilidad de intervenir eficazmente”, manifiesta la psicopedagoga.
Egocéntricos, sin límites demarcados y consumistas al extremo llega una instancia en que no aceptan que los demás 
-padres, hermanos, compañeros, etc.- existen y tienen sus derechos.
Marcar los límites es la primera medida a tomar.
Marcar los límites es la primera medida a tomar.
Pero el problema se puede agravar, más aún, al llegar a la adolescencia, etapa de por si conflictiva. “Están los casos en que reaccionan con violencia o desarrollan otras patologías porque la realidad les parece intolerable, aunque son ellos los que no toleran la realidad y llega un punto en que no hay nadie que los soporte”, asegura Federicci.
La opinión de los especialistas fue unánime y todos coincidieron en que la mejor prevención consiste en fijar desde el primer momento los límites al niño; establecer lo que se puede hacer dando siempre razones coherentes para que el pequeño pueda comprender.

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