Estuve en la
SIDE sólo seis meses y cuando dejo algo, un trabajo, un hobbie o una mujer, lo
dejo en serio”, le dijo Juan Bautista “Tata” Yofre, ex jefe del servicio de
inteligencia menemista, a esta revista en el 2008. Su afirmación no era
azarosa: el 13 de junio de aquel año la Justicia había allanado su casa en el
marco de una investigación que buscaba determinar su participación en una red
de espionaje dedicada a hackear correos electrónicos de políticos y famosos
para luego comercializarlos. Cuatro años después de iniciada la pesquisa, la
jueza federal Sandra Arroyo Salgado determinó que Yofre “es quien se encontraba
a la cabeza de dicha organización”. En un fallo de 354 páginas, la magistrada
consideró que “el conocimiento y análisis del profuso caudal probatorio reunido
en estas actuaciones no deja lugar a dudas de la existencia, cuanto menos desde
agosto de 2006 y hasta junio de 2008, de una empresa criminal que con un fin
lucrativo operó dedicada a la procuración, búsqueda, sustracción, revelación y
comercialización ilegal de datos, archivos e información de diversa índole:
político, social, militar y económico; siendo que gran parte de esa información
obtenida de los correos electrónicos de funcionarios públicos del gobierno
nacional debía permanecer secreta en función de la seguridad, la defensa y las
relaciones exteriores de la Nación”. En este marco, el “Tata” fue procesado el
17 de septiembre pasado como jefe de una asociación ilícita –integrada por
otros ocho miembros– y por hacer espionaje.
Según
la jueza, la “compleja organización clandestina de espionaje” estaba compuesta
por tres “brazos ejecutores”: Héctor Alderete, director del portal Seprin, y
los ex agentes de inteligencia Iván Velázquez –aún prófugo de la Justicia– y
Pablo Carpintero, todos imputados por “entrometerse, a través de técnicas de
‘hacking’ y ‘pishing’, en los correos electrónicos de aquellos funcionarios
previamente escogidos por Juan Bautista Yofre, para hacerse de los datos y la
información objeto de la empresa”. Entre los blancos políticos seleccionados por
el “Tata” estaban la Presidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner;
el entonces vicepresidente Daniel Scioli; el entonces jefe de gabinete Alberto
Fernández; la ex ministra de Defensa y actual titular de la cartera de
Seguridad, Nilda Garré; el ex canciller Jorge Taiana; Héctor Timerman, quien
era cónsul en Nueva York; Carlos Bettini, embajador en España; Juan Manuel Abal
Medina, quien se desempeñaba como secretario de Gestión Pública de la Jefatura
de Gabinete; Héctor Icazuriaga, titular de la Secretaría de Inteligencia, y la
División de Delitos Económicos de la Policía Federal, entre otras tantas
víctimas. A las personalidades políticas se suman figuras del espectáculo como
Susana Giménez, Flavia Palmiero o Gerardo Sofovich. No obstante, el expediente
referente a la “farándula” corre por otra vía judicial por tratarse de delitos
de acción privada.
Arroyo
Salgado determinó que “el microemprendimiento criminal” se completa con el ex
secretario del Ejército en los gobiernos de Fernando de la Rúa y Eduardo
Duhalde, el general retirado Daniel Manuel Reimundes; el columnista del
semanario Perfil y ex director de Ámbito Financiero Roberto Ángel García; el
periodista del diario La Nación Carlos Orlando Pagni; el empresario Néstor
Carlos Ick, y el director del portal Urgente 24, Edgar Walter Mainhard,
“quienes no obstante poseer cabal conocimiento de que la misma (información)
había sido ilegalmente obtenida –en tanto se trataba de los propios correos
electrónicos de las personas intrusadas, por lo que tanto del remitente como
del destinatario consignado era fácil advertir que no les estaban dirigidos–
accedían y hacían uso de su contenido en distintos ámbitos y medios
periodísticos de acuerdo a su actividad laboral y/o profesional”. Se trataría
de los “clientes” que compraban “a sabiendas de su origen” la información que
les “vendía” Yofre, según se reconstruyó en Tribunales.
En
una nota de mayo de este año, el diario Tiempo Argentino publicó algunos
pasajes de la declaración testimonial de Alberto Fernández, una de las
víctimas: “En un momento empecé a notar que algunas publicaciones en medios
como Seprin, Urgente 24 y en la revista Noticias, y el periodista Darío Gallo,
publicaban información que estaba en e-mails que yo recibía o enviaba”,
atestiguó el ex jefe de Gabinete el 14 de agosto de 2008. Fernández volvería a
declarar en la causa en el 2009 tras abandonar el kirchnerismo.
La
causa por espionaje se abrió en el 2006 producto de una denuncia que realizó la
Secretaría de Inteligencia. Un ámbito que Juan Bautista Yofre conoció a la
perfección en los inicios de la década del ’90.
Cordobés,
nacido en 1946, el “Tata” Yofre supo construir una carrera periodística al
amparo de fluidos contactos con el poder y hasta algunos aparatos de
inteligencia del Estado. En su libro El Jefe, vida y obra de Carlos Menem, la
ex periodista y actual legisladora porteña por Nuevo Encuentro Gabriela Cerruti
escribió: “Hermano del operador político Ricardo Yofre –subsecretario general
de la Presidencia en el gobierno de facto de Jorge Rafael Videla–, mantuvo
durante el gobierno militar inocultables contactos con los principales jefes de
las Fuerzas Armadas y de los servicios de inteligencia. En 1983 fue el autor de
la denuncia del ‘Pacto sindical-militar’ y desde 1985 era empleado de la firma
Bunge & Born, a la que había ingresado gracias a su amistad con Mario
Hirsch, presidente del holding en ese momento”. Por su parte, en el libro
Galimberti se relata que a mediados de los ’80 Yofre era periodista político en
el diario Ámbito Financiero e integraba el “Grupo Olleros”, que a través de
intermediarios mantenía nexos con el Batallón de Inteligencia 601 del Ejército.
Antes
de integrar el gobierno menemista, el ex “Señor 5” militó en la UCR y participó
en la campaña electoral de Eduardo Angeloz. Su afinidad con el partido de Alem
e Yrigoyen mermó y se volvió un acérrimo crítico de la gestión presidencial de
Raúl Alfonsín. Con la crisis del gobierno radical, el salto del “Tata” al
peronismo se hizo inminente. En el ’88, luego de que Carlos Menem derrotara en
las internas a Antonio Cafiero, Yofre apostó por el riojano, a quien terminó asesorando
en la campaña presidencial. El ex presidente le devolvería gentilezas
nombrándolo jefe de la SIDE, cargo que ostentó entre 1989 y 1990, por seis
meses, hasta que un conflicto con el entonces ministro del Interior, Eduardo
Bauzá, sentenció su futuro. En junio de 1990 fue nombrado embajador en Panamá y
en 1992 en Portugal. Un año después regresó al país para desempeñarse como
asesor presidencial. En 1998, poco antes de que el menemismo abandonara la Casa
Rosada, el ex marido de Adriana Brodsky (la Bebota de Olmedo) decidió volver a
las redacciones.
Durante
su breve e intensa gestión al frente de los servicios de inteligencia, el
“Tata” tejió una estrecha relación con el coronel Pascual Guerrieri, quien tuvo
un rol activo en la última dictadura militar: en 1978 fue parte de la misión de
militares que viajó a México con el objetivo de asesinar a los jefes montoneros
Mario Firmenich y Roberto Perdía. Los vínculos de Yofre con los protagonistas
de la década del setenta fue una constante. Gracias a sus contactos con la
firma Bunge & Born, en los albores de la década del ’90 impulsó la idea de
una reconciliación nacional –que tuvo su primera puesta en escena con el
encuentro de Jorge Born (secuestrado por los Montoneros) con Rodolfo Galimberti
(partícipe de la operación por la que la cerealera pagó un rescate
millonario)–. El ambicioso proyecto derivó en los indultos a los jefes
militares y guerrilleros.
Ya
lejos de la burocracia gubernamental, en los últimos años el ex titular de la
SIDE menemista decidió difundir su pensamiento a través de la publicación de la
saga Fuimos todos, Nadie fue, El escarmiento y Volver a matar, cuatro libros en
los que defiende la teoría de los dos demonios en el marco del terrorismo de
Estado y que se convirtieron en best sellers en poco tiempo. Gracias a sus
obras literarias logró reubicarse como referente de la derecha, al menos desde
el mundo periodístico. Pero tras el avance de la causa judicial por espionaje,
el ex funcionario redujo su tiempo en los medios y dejó de visitar asiduamente
el programa de Mariano Grondona, donde supo exponer toda su doctrina bajo la
atenta mirada del conductor.
“El
Tata usa la computadora para chequear e-mails, y a duras penas –lo había
defendido su amigo Roberto García, en 2008, ante Veintitrés–. No creo que tenga
habilidad para manejar algo tan complejo. A mí me hackean los e-mails desde
hace años, y sin embargo estoy imputado en la causa. No creo que el Gobierno se
inquiete porque Yofre transmita determinada opinión o difunda alguna información.
Quizás algún sector, o alguien en particular del Gobierno, lo busca como chivo
expiatorio de alguna película que se inventaron”, había afirmado quien también
fue procesado por ser parte, según la jueza, del “micro emprendimiento
criminal”.
Al
cierre de esta edición, Arroyo Salgado había trabado un embargo sobre los
acusados (Yofre debió abonar medio millón de pesos) pero no había dispuesto
detenciones ya que la mayoría de los involucrados en el expediente se mostraron
predispuestos a colaborar con la Justicia.
Transcurrieron
cuatro años de la aseveración del “Tata” a Veintitrés. A más de un lustro de
iniciada la investigación, la magistrada a cargo del expediente consideró que,
a pesar de sus dichos, las tareas de inteligencia siguieron siendo una debilidad
para el ex Señor 5 del menem.
Interna
familiar
Por
R.V.
Su
firma es una de las más importantes del diario La Nación, pero hoy Carlos Pagni
divide a la familia Saguier, dueña del centenario matutino. Fuentes allegadas a
la dirección del diario afirman que mientras Julio César Saguier (foto)
defiende al periodista con el argumento de que aporta información valiosa y sus
columnas reflejan la identidad política de La Nación, Fernán Saguier lo resiste
y argumenta que Pagni, en realidad, desprestigia al matutino.
Esta
pelea interna en la dirección del periódico podría tener su origen en aquella
cámara oculta que deschavó a Carlos Pagni recibiendo dinero a cambio de difundir
cierta información. En el año 2008 el periodista y algunos allegados a él
fueron filmados negociando el dinero y la información. Las acciones se
desarrollaron en diferentes confiterías de Buenos Aires. Dos personas,
aparentemente empresarios, hicieron contacto con Fabián Falco, a quien le
pidieron un periodista para llevar adelante una operación de prensa. El elegido
fue Pagni. En diferentes cámaras se lo ve a Falco negociando, en otras a un
cobrador que recibe sobres para el periodista.
Pagni,
por supuesto, usó las páginas del diario para defenderse. “Estos individuos me
contactaron a través de un agente de prensa, Fabián Falco, que me llamó para
decirme que había dos personas que tenían información sobre la familia
Eskenazi, y que querían hablar del tema. Los Eskenazi son los socios locales de
YPF, controlan el Banco de Santa Cruz y tienen un estrecho vínculo con los
Kirchner”, se defendió. Los videos pueden verse por YouTube, y las notas de
Pagni, en el buscador del diario, datan del 5 y 9 de enero de 2009.
Ahora
el controvertido periodista no fue filmado con cámara oculta, pero sin duda su
accionar sigue generando problemas. Esta vez, nada menos que en el seno de la
dirección del diario La Nación.