viernes, 26 de julio de 2013

26 de Julio – El día que Evita se hizo inmortal

>Por Yasser O. Hase



"Si este pueblo me pidiese la vida, se la daría cantando, porque la felicidad de un solo descamisado vale más que toda mi vida" – Eva Perón

            Así como narró en su histórica frase fue el desenlace de su vida.

            María Eva Duarte, popularmente considerada la jefa espiritual de la Nación, el 26 de Julio de 1952, a sus escasos 33 años y, a poco de haber sido testigo de la victoria de su compañero  – el Coronel Juan D. Perón – en los sufragios del 11 de Noviembre de 1951 y, habiendo exigido al máximo su estado de salud para acompañar la asunción de Perón, el 04 de Junio de 1952, Evita, dejaba éste mundo terrenal.

            El sábado 26 de julio hacía frío y llovía cuando se informó por la cadena de radiodifusión:
Cumple la Subsecretaría de Informaciones de la Presidencia de la Nación el penosísimo deber de informar al pueblo de la República que a las 20.25 horas ha fallecido la señora Eva Perón, Jefa espiritual de la Nación. Los restos de la señora Eva Perón serán conducidos mañana al Ministerio de Trabajo y Previsión en donde se instalará la capilla ardiente.” 

            De ésta manera, tomaba estado público el penoso suceso que enlutaba a la gran masa más desprotegida, vulnerable y humilde de los argentinos, como a la mayoría de la sociedad.

            Félix Luna (1985) describe a los días que siguieron " como si una gran tiniebla descendiera en todos lados". Llovizna incesante sobre calles vacías, vidrieras a oscuras, los faroles de las calles cubiertos con crespones negros, no funcionaban los transportes. Se decretó duelo nacional por un mes y la obligación de mostrar señales de duelo. Cerraron los cines, los teatros y todos los espectáculos, las radios transmitían exclusivamente música fúnebre y los diarios orlaban su primera página con franjas negras. .

            Ese era el modo en el que se sentía aquella entrañable pérdida en nuestra República. Nada sería igual para nuestro País. Ni la sociedad, ni sus “descamisados”, ni el mismo Perón sanarían esa herida.

            Error grande que se ha cometido, ya que desde ese momento, “Evita” dejaba el de existir físicamente para transformarse en poesía, en revolución, en unidad, en respeto (el mismo que muchos sectores oligárquicos no le tuvieron durante su vida), en remeras, gorros, vinchas; en palabras profundas, en ideas. Se transformaba en una de las más fuertes banderas sociales, que siempre serán enarboladas a través de la historia grande del Pueblo.

            A pesar de haber intentado por todos los medios de borrar su recuerdo – robaron su cuerpo, lo ultrajaron, le hicieron violaciones de todo tipo y, lo tuvieron durante muchos años para mancillar – jamás comprendieron que ese daño sobre su cuerpo, no empañaría para nada, su figura, su gestión, sus formas… su legado.

Mi voluntad suprema

<Quiero vivir eternamente con Perón y con mi Pueblo. Esta es mi voluntad absoluta y permanente y será también por lo tanto cuando llegue mi hora, la última voluntad de mi corazón. Donde esté Perón y donde estén mis descamisados allí estará siempre mi corazón para quererlos con todas las tuerzas de mi vida y con todo el fanatismo de mi alma. Si Dios lo llevase del mundo a Perón antes que a mí yo me iría con él, porque no sería capaz de sobrevivir sin él, pero mi corazón se quedaría con mis descamisados, con mis mujeres, con mis obreros, con mis ancianos, con mis niños para ayudarlos a vivir con el cariño de mi amor: para ayudarlos a luchar con el fuego de mi fanatismo; y para ayudarlos a sufrir con un poco de mis propios dolores. Porque he sufrido mucho; pero mi dolor valía la felicidad de mi pueblo... y yo no quise negarme -yo no quiero negarme- yo acepto sufrir hasta el último día de mi vida si eso sirve para restañar alguna herida o enjugar alguna lágrima.

Pero si Dios me llevase del mundo antes que a Perón yo quiero quedarme con él y con mi pueblo, y mi corazón y mi cariño y mi alma y mi fanatismo seguirán en ellos, seguirán viviendo en ellos haciendo todo el bien que falta, dándoles todo el amor que no les pude dar en los años de mi vida, y encendiendo en sus almas todos los días el fuego de mi fanatismo que me quema y me consume como una sed amarga e infinita.

Yo estaré con ellos para que sigan adelante por el camino abierto de la justicia y de la libertad hasta que llegue el día maravilloso de los pueblos. Yo estaré con ellos peleando en contra de todo lo que no sea pueblo puro, en contra de todo lo que no sea la "ignominiosa" raza de los pueblos. Yo estaré con ellos, con Perón y con mi Pueblo, para pelear contra la oligarquía vende patria y farsante, contra la raza maldita de los explotadores y de los mercaderes de los pueblos. Dios es testigo de mi sinceridad; y él sabe que me consume el amor de mi raza que es el pueblo. Todo lo que se opone al pueblo me indigna hasta los límites extremos de mi rebeldía y de mis odios. Pero Dios sabe también que nunca he odiado a nadie por sí mismo, ni he combatido a nadie con maldad sino por defender a mi pueblo; a mis obreros, a mis mujeres, a mis pobres "grasitas" a quienes nadie defendió jamás con más sinceridad que Perón y con más ardor que "Evita". Pero es más grande el amor de Perón por el pueblo que mi amor; porque él, desde su privilegio militar, supo encontrarse con el pueblo, supo subir hasta su pueblo, rompiendo todas las cadenas de su casta. Yo, en cambio, nací en el pueblo y sufrí en el pueblo. Tengo carne y alma y sangre del pueblo. Yo no podía hacer otra cosa que entregarme a mi pueblo. Si muriese antes que Perón, quisiera que esta voluntad mía, la última y definitiva de mi vida sea leída en acto público en la Plaza de Mayo, en la Plaza del 17 de Octubre, ante mis queridos descamisados.>

(Eva Perón, Mi mensaje, Ediciones del Mundo, Buenos Aires, 1987.)


Hoy, a 61 años de aquel día, su imagen se ve reflejada en cada Provincia, cada Municipio, Localidad, Barrio; se ve presente en los miles de jóvenes, ancianos y, en la gran mayoría de argentinos que, día a día, mantienen viva y fresca, su principal virtud: Construir en todo momento una sociedad más justa, equitativa, libre, soberana y, llenarla de amor al Pueblo y a la Patria.