La final de la Copa Argentina, jugada en San Juan, enfrentó a dos equipos con presentes disímiles. Racing arribó a la provincia cuyana con la alegría de un grupo unido en pos de un objetivo. Volver a ser campeón, regresar con el trofeo a Avellaneda no era el principal objetivo si no el único. Fueron a buscar el éxito. Valentín Viola, por caso, autor del descuento, demoró su viaje a Europa –está vendido al fútbol de Portugal- sólo para disputar el encuentro.
Del lado rival la victoria era sinónimo de necesidad. Tras haber cedido en la lucha por dos de las tres coronas que tuvo en disputa, el Xeneize no podía permitirse el lujo de caer también esta noche. Hubiera desatado una hecatombe en un cuadro convulsionado. Las heridas abiertas por la Copa Libertadores que se escapó más el retiro de Juan Román Riquelme todavía se lucen a flor de piel, y la derrota del último sábado por 0-3 ante Quilmes no hizo más que profundizar la crisis, crispar los humores.
Apenas comenzado el juego, los hombres vestidos de celeste y blanco se enfocaron en atacar, chocando contra la seguridad y el aplomo de Oscar Ustari en reiteradas oportunidades. Sólo una vez, cumplido el cuarto de hora, José Sand tuvo la posibilidad de marcar con un remate de aire de derecha, desde el punto penal, que se perdió por encima del ángulo.
En la réplica, Boca aprovechó el desorden de la última línea académica –una constante en la noche-, y sacó ventaja en el marcador. Oscar Ustari devolvió el juego desde el arco buscando a Silva, en tres cuartos de cancha, una pifia de Claudio Corvalán habilitó al uruguayo, y éste definió por encima de la humanidad de Sebastián Saja.
Al encontrarse debajo en la chapa, los dirigidos por Luis Zubeldía se mostraron aún más verticales. Cuestión, sin ser del todo precisos, difícil de sostener. Entonces Boca encontró rédito nuevamente. Siendo paciente desnudó las falencias de la dupla Ortiz-Cahais. Con ese 1-0 y sabiéndose superior, llegó al descanso.
En el segundo tiempo el desarrollo de las acciones se mantuvo. Racing entregó las mejores intenciones pero fue Boca el encargado de manejar el desarrollo a su antojo. Circuló el balón abriendo la cancha con los marcadores de punta. Incluso la segunda conquista de la noche se hizo presente tal cabo de una buena triangulación finalizada en un centro atrás de Clemente Rodríguez para Lucas Viatri, que definió de primera.
Demostró el Xeneize que dos centrodelanteros pueden jugar juntos a la par, no siempre es necesario tener un punta por adentro y otro por afuera cuando dos tanques saben complementarse.
La historia empezaba a quedar sentenciada cuando Valentín Viola decidió ponerla en suspenso. Cinco minutos después del 2 a 0, a la salida de un córner, el delantero vendido al fútbol luso capturó un rebote para estampar el 1-2. La Academia se permitió soñar con el milagro, más aún luego de las frustrantes definiciones de Silva, Chávez y Viatri, que pudieron haber liquidado el pleito pero no hicieron más que estirar la agonía.
Finalmente, el tiempo legó a su fin sin que los de Avellaneda pudieran torcerle el brazo a los muchachos de Julio César Falcioni, que esta noche lograron un alivio para un presente turbulento.
Boca consiguió el único título del primer semestre, cuando peleó hasta el final por la Triple Corona: Torneo Clausura, Copa Libertadores y Copa Argentina. Curiosamente, sin Juan Román Riquelme en cancha.
Además, el título acredita al elenco de la Ribera a participar de la próxima edición de la Copa Sudamericana. Enfrentará a Independiente los miércoles 22 y 29 del corriente.
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