domingo, 29 de julio de 2012

¿La Argentina K es más industrial?

Por Marcelo Zlotogwiazda

Marcelo Zlotogwiazda.
 Es obvio que durante el kirchnerismo la industria creció mucho. El Producto Bruto manufacturero subió casi 80 por ciento, y la expansión se dio en todas las ramas fabriles.

En el sector hay más de 400.000 nuevos empleos, tiene un salario promedio que supera los 6.000 pesos, lo que implica un fuerte aumento del poder adquisitivo respecto del año 2003. Sin embargo, el peso de la industria en la economía es actualmente inferior al que tenía hace 9 años: bajó del 22,3 al 18,9 por ciento.

También es cierto que las exportaciones industriales crecieron mucho, e incluso es indiscutible que tanto la venta al exterior de todo tipo de manufacturas como la venta al exterior sólo de las manufacturas de origen industrial ganaron espacio dentro del total exportado. Sin embargo, el perfil de la exportación industrial está hoy más concentrado que antes en una pocas ramas caracterizadas por el aprovechamiento de recursos naturales, la producción de commodities y de autos, que en gran medida está en manos de grandes corporaciones, y con creciente presencia de multinacionales. Las ramas elaboradoras de alimentos, automóviles, sustancias químicas, metales básicos y refinación de petróleo explican el 85 por ciento de las exportaciones fabriles, que es una proporción superior a la Convertibilidad. A su vez, tres cuartas partes de las ventas externas del sector las realizan menos de cien grandes corporaciones.

A lo que se suma que el saldo comercial de la industria es crecientemente negativo, en particular en los sectores más intensivos en el uso de alta tecnología.

Estos marcados contrastes entre tendencias positivas y negativas han motivado a varios investigadores a analizar en profundidad el pasado reciente y las perspectivas de la industria, y varios llegan a conclusiones críticas del Gobierno. Dos trabajos que acaban de publicarse son “Industria y Neodesarrollismo en la Posconvertibilidad”, de Martín Schorr, y “La Argentina en la Posconvertibilidad, ¿un nuevo modelo de desarrollo?”, de Paula Belloni y Andrés Wainer.

El artículo de Schorr que aparece en la última edición de Voces en el Fénix, sostiene que durante el kirchnerismo “no se produjeron alteraciones significativas en el perfil estructural de la industria”, lo que atribuye, entre otras razones, a la “casi total ausencia de políticas específicas”.

En base a su diagnóstico, el investigador de Flacso es escéptico en sus conclusiones acerca de la probabilidad de que la industria evolucione hacia un esquema más diversificado, funcional para una redistribución progresiva del ingreso, con mayores eslabonamientos, más avanzado tecnológicamente y con mejor inserción internacional. Señala los siguientes dos escollos. El primero es que “para las ramas que definen el perfil de especialización industrial y de inserción de la Argentina en el mercado mundial, los salarios son mucho más un costo de producción que un factor impulsor de la demanda interna, por lo que cuanto más altos son los salarios peor para las perspectivas de acumulación de las empresas y los grupos económicos líderes, que en su mayoría se caracterizan por un elevado peso de las exportaciones en su producción total”. Al respecto, el trabajo de Belloni y Wainer aporta los siguientes datos: las primeras cincuenta empresas del país exportan el 40 por ciento de lo que facturan (oscilaba en el 15 por ciento hasta el 2001), mientras que el coeficiente para el conjunto de la economía oscila en el 10 por ciento (alrededor de 5 por ciento en los años ’90).

El segundo escollo que menciona Schorr es que la débil política industrial no ha podido romper el mecanismo que hace que una mayor demanda interna derivada de una redistribución del ingreso se traduzca en un fuerte incremento de las importaciones que complican el sector externo, lo que limita la continuidad de la redistribución. Este comentario es un claro reflejo de algunos de los problemas de estricta coyuntura.

En el trabajo publicado en el último número de Realidad Económica, Belloni y Wainer también subrayan la debilidad del proceso de sustitución de importaciones: “La dinámica procíclica de la demanda de importaciones revela el acotado alcance del nuevo proceso sustitutivo y el persistente carácter trunco de la estructura industrial argentina, legado en buena medida por las políticas neoliberales adoptadas a partir de 1976 y luego profundizadas durante el decenio de 1990, y por la falta de políticas industriales activas coordinadas durante la posconvertibilidad”.

En cuanto a las exportaciones, estos dos autores reconocen que el dólar alto promovió un crecimiento de las ventas de manufacturas de origen industrial, pero remarcan que el uso de esa variable como elemento “casi excluyente, no alcanzó para modificar significativamente la composición de la canasta exportadora del país”. Entre otras debilidades, señalan que alrededor de dos tercios de las exportaciones de bienes son bienes primarios y/o manufacturas basadas en el aprovechamiento de los recursos naturales, y que a pesar del aumento de las exportaciones de manufacturas industriales, el rubro registra un déficit comercial superior a los 20.000 millones de dólares.

La manera desequilibrada en que la industria se inserta en el comercio mundial es resumida en la siguiente comparación: entre 2002 y 2010 el sector de alimentos y bebidas acumuló un superávit de 130.600 millones de dólares, que casi alcanzó a compensar el saldo negativo de 135.000 millones que sumaron el conjunto de ramas deficitarias.

Belloni y Wainer le dedican algunos párrafos al enfoque coyuntural del Gobierno frente a la reaparición de la restricción externa. Sostienen que las medidas de control de importaciones, los acuerdos con empresas para que compensen su intercambio con el exterior, y con algunas multinacionales para que limiten el giro de utilidades, pueden servir para “aliviar la situación”, pero afirman que la solución de fondo requiere “fomentar la producción, sustitución y exportación en actividades de alto valor agregado con mejores efectos en la generación de empleo e ingresos”.

En otras palabras, dicen que el problema radica en “dos características sobresalientes de la estructura industrial actual, que son, básicamente, la no reversión del proceso de reprimarización y del proceso de concentración y extranjerización económica, que están lejos de haberse detenido”.

En definitiva, ¿la Argentina K es más industrial? No hay evidencias para afirmarlo categóricamente.
Fuente: InfoNews.

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