lunes, 6 de agosto de 2012

6 de agosto de 1810 – El conspirador Santiago de Liniers es detenido por las fuerzas patriotas

>Por Felipe Pigna

La misma noche del 25 de Mayo de 1810, el ex virrey Cisneros envió a Córdoba a José Melchor Lavín, un joven de 17 años, con cartas dirigidas a Liniers con la orden de resi
stir a la Junta. El mensajero llegó a destino el 30 de junio y se alojó en la casa del Deán Funes, su antiguo maestro en el Colegio de Monserrat. De esta forma, Funes fue el primero en enterarse de los sucesos de Buenos Aires y de los planes de resistencia de los dos ex virreyes.

Funes llevó a Lavín a la casa del Obispo Orellana y desde entonces fingió participar de los preparativos de la resistencia para enterarse de todos los detalles y comunicarlos a la Junta de Buenos Aires. En casa del Obispo se sumaron a la reunión Santiago de Liniers y el gobernador de Córdoba Gutierrez de la Concha.

Hubo varias propuestas militares. El gobernador propuso juntar tropas en Córdoba y marchar sobre Buenos Aires. Liniers, por su parte, opinó que sería mejor marchar hacia el Norte a la espera de los refuerzos de las tropas el virreinato del Perú, para hacerse fuertes y entonces sí, atacar la capital. El Deán hizo todo lo posible por que los conspirados permanezcan en Córdoba, al alcance de Buenos Aires.
Liniers se dejó convencer y la contrarrevolución se puso en marcha. Los conspirados recibieron el apoyo de las tropas españolas del Alto Perú y remesas de dinero provenientes de Lima.

Belgrano y Saavedra enviaron sendas cartas a Liniers invitándolo amablemente a deponer su actitud. El ex virrey les contestó con insultos y amenazas.

Al conocer la noticia de la deportación del virrey y los oidores. Liniers decidió comenzar las operaciones y así se lo anuncia a Paula Sáenz en una carta escrita en parte con “tinta invisible”:
“Yo me hallo en el día con setecientos hombres armados trescientos con fusiles, otros tantos de lanzas y ciento de artillería, y aunque tendré hasta 13 cañones. Si se verifica la salida de la expedición de Buenos Aires, que no lo creo, pienso salir en su dirección avanzando partidas de guerrillas y gente de lazo y bolas cargadas de granadas de nueva invención mía que se descargan como balas perdidas y diferentes fuegos artificiales, con el objeto de quemar si pueden las carretas, dispersar las boyadas y caballadas al momento que se aproximen pienso ponerme en retirada siguiendo siempre la dirección del camino de Potosí hasta Jujuy, esperando que ya se me habrán incorporado las fuerzas que pueda V.E. remitirme, para poder ponerme de nuevo a la ofensiva. Para no multiplicar los riesgos, la primera parte de la carta viene con tinta pero lo más reservado venía escrito con tinta invisible, de la cual sólo el amigo y yo tenemos el secreto.”

Por las dudas el gobernador contrarrevolucionario de Córdoba Gutierrez de la Concha, retiró de las arcas reales todo el dinero disponible que ascendía a 76.761 pesos tal como quedó asentado en los documentos de la tesorería local donde puede leerse la obra de pionero en esto del manejo discrecional de los fondos públicos: “Retiro por gastos reservados de guerra”

La comunicación de Liniers con los reaccionarios del Norte fue cortada gracias –según cuenta Chiclana- al Teniente Martín Güemes que interceptaba toda persona que intentara bajar desde el Norte. Así fue como pudo apresar a un tal Silvestre Calanacha con la correspondencia.

Funes pudo enterarse que, Luis Liniers, hijo del jefe de la conspiración, había partido hacia Montevideo para lograr el apoyo del gobernador Elío. Pasó la información a la Junta a través de su hermano Ambrosio y Luis pudo ser capturado con valiosa información en sus alforjas.

La gravedad de la situación forzó a la Junta a enviar una fuerza militar al mando de Ortíz de Ocampo e Hipólito Vieytes con la orden de terminar con la contrarrevolución y fusilar sumariamente a los cabecillas.

Ocampo y Vieytes demoraron todo lo posible la ejecución de los sublevados y se proponían remitirlos a Buenos Aires. Moreno, indignado, rechazó estas dilaciones y así lo cuenta en una carta a Feliciano Chiclana, gobernador intendente interino de Salta fechada el 17 de agosto de 1810:
“Pillaron nuestros a los malvados, pero respetaron sus galones y cagándose en las estrechísimas órdenes de la Junta, nos los remiten presos a esta ciudad. No puede usted figurarse el compromiso en que nos han puesto. ¿Con qué confianza encargaremos grandes obras a hombres que se asustan de una ejecución? (...) No se descuide en elevar al criollaje y hacerlo tomar interés en esta obra. Que nadie mande sino los hijos del país, que conozcan éstos sus ventajas”

Moreno tomó la drástica medida de separar a los dubitativos del mando de la expedición y nombra al frente a Castelli, Balcarce y French para cumplir la orden de terminar drásticamente con la sublevación.

La Orden de la Junta, firmada por el presidente, los secretarios y todos los vocales menos Alberti que se excusó por su condición de sacerdote decía:
“La Junta manda que sean arcabuceados don Santiago de Liniers, don Juan Gutierrez de la Concha, el Obispo de Córdoba, el Dr. Victorino Rodríguez, el Coronel Allende y el oficial real Joaquín Moreno. En el momento en que todos o cada uno de ellos sean pillados, sean cuales fuesen las circunstancias se ejecutará esta resolución sin dar lugar a minutos que proporcionen ruegos. Este escarmiento debe ser la base de la estabilidad del nuevo sistema”

“Vaya usted –le dijo Moreno a Castelli- y espero que no incurrirá en la misma debilidad que vuestro general. Y si todavía no se cumpliese la determinación tomada, irá el vocal Larrea, a quien pienso no faltará resolución; y por último iré yo mismo si fuese necesario”

No fue necesario. Castelli, al que el Virrey Cisneros llamaba despectivamente “el principal interesado en la novedad” cumplió al pie de la letra la orden de la Junta y Liniers y sus cómplices, con la sola excepción del Obispo Orellana al que se le perdonó la vida, fueron fusilados en el paraje de Cabeza de Tigre el 26 de agosto de 1810. Domingo French fue el encargado de pegarle el tiro de gracia a Liniers

Nicolás Rodríguez Peña le dice en una carta a Vicente López: “Castelli no era feroz ni cruel. Castelli obraba así porque estábamos comprometidos a obrar así todos, lo habíamos jurado todos y hombres de nuestro temple no podían echarse atrás. ¿Qué fuimos crueles? ¡Vaya el cargo! Salvamos a la patria como creímos que debíamos salvarla. ¿Había otros medios? Así sería: nosotros no los vimos ni creímos que con otros medios fuéramos capaces de hacer lo que hicimos.” Y adelantándose a los críticos los desafía: “Arrójennos la culpa al rostro y gocen los resultados nosotros seremos los verdugos, sean ustedes los hombres libres.”

Un decreto de la Junta redactado por Moreno establecía que los libros de los conspiradores pasarán a incrementar la Biblioteca Pública: “Sin perjuicio del riguroso embargo que deberá trabarse en los bienes de los conspiradores de Córdoba, y sus principales secuaces hasta cubrir enteramente las cantidades que tomaron de la Real Hacienda para sostener su rebelión, ordenará V.S. que se encajone toda la biblioteca del Obispo Orellana, y todos los libros que tuviesen los demás reos, remitiéndose en primera oportunidad, por ser así conveniente al servicio del público.”
Moreno continuaba señaló en La Gaceta los verdaderos objetivos políticos de los conspiradores
"Es necesario observar, que los jefes de Córdoba no nos reprochaban excesos, cuya reforma pudiera producir una conciliación; ellos miraban con horror todo desvío del antiguo sistema. Querían el exterminio de la Junta, por más justos que fuesen los fines de su instalación; y juraban la ruina de los pueblos, siempre que persistiesen en el empeño de sostener sus derechos, y buscar guías distintas que el ciego impulso de sus corrompidos mandones. Semejante empeño (que se manifiesta expresamente en sus correspondencias) condena la América a una perpetua esclavitud, y apelamos al juicio de almas nobles; para que gradúen el crimen de seis hombres, que han querido sofocar con fuerza armada los derechos más sagrados, y la felicidad más segura de los innumerables habitantes de este vasto continente".

"A la presencia de estas poderosas consideraciones, exaltando el furor de la justicia, hemos decretado el sacrificio de estas víctimas a la salud de tantos millones de inocentes. Sólo el temor del suplicio puede servir de escarmiento a sus cómplices. Las recomendables cualidades, empleos y servicios, que no han debido autorizar sus malignos proyectos, tampoco han podido darles un título de impunidad, que haría a los otros más insolentes. El terror seguirá a los que se obstinen en sostener el plan acordado con estos, y acompañados siempre del horror de sus crímenes, y del pavor de que se poseen los criminales, abandonaran el temerario designio en que se complotaron".

Quizás Moreno al proponer la sentencia, haya recordado las palabras de Liniers en su carta a Cisneros: “nuestros más sabios legisladores, contra el crimen de traición, dispensan a los magistrados las formalidades para aplicar al traidor la pena capital.”

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