martes, 18 de septiembre de 2012

La única empresa sudamericana de bolitas es nacional y crece


En las calles, en los barrios y en las escuelas. Cada vez son más los pibes que recuperaron un hábito que parecía de antaño. Desde Tinka, fabricantes de bolitas nacionales –y la única empresa del rubro de Sudamérica- destacan el crecimiento del juego. Se producen entre 8 y 10 millones de bolitas mensuales y se viene un campeonato nacional.


A principios de 1953, cuando Victor Hugo Chiarlo y Domingo Vrech se lanzaron a la producción de bolitas, no se imaginaban los avatares que el rubro iba a sufrir: auge, decadencia y resurgimiento. Esas son las curvas oscilantes a las que Tinka, la única empresa de bolitas de nuestro país –y de Sudamérica- se vio expuesta. 












Más allá de los vaivenes económicos, la empresa –radicada en San Jorge, Santa Fe- celebra en 2013, sus 60 años. Y tiene pensado un festejo a lo grande: un campeonato nacional de bolitas. No es para menos, Tinka produce 400.000 unidades diarias, lo que representan un promedio de entre 8 y 10 millones de bolitas mensuales; en una planta de 750 metros cuadrados. “El 65 por ciento de la producción es bolita para juegos y el resto es la bolita industrial que se usa en productos envasados como aerosoles”, explicó Silvina, trabajadora de la empresa. 
La fachada de la fábrica, en los primeros años
La fachada de la fábrica, en los primeros años
Desde Tinka –que es el grito de victoria que lanzan los chicos de Formosa cuando ganan una partida- celebran la restricción de las importaciones, porque se trata de una medida que los favoreció. “Entraba mucha bolita de China y era más complicada la competencia”; aunque ahora aparecieron dificultades para adquirir las drogas que permiten darle color a los pequeños objetos lúdicos. 
La producción de hoy está centrada en el vidrio, aunque en sus inicios, estas piezas eran mucho más rudimentarias. Huesos de aceitunas, avellanas y castañas eran los materiales con los que se elaboraban las bolitas allá lejos y hace tiempo. Y a las pruebas hay que remitirse: se encontraron indicios de este juego en Egipto, en una tumba infantil aproximadamente del 3000 AC.
Cosa de pibes
“Yo tenía una china raspada puntera”, cuenta Ramón (40), que recuerda haber encontrado su preciado frasco con bolitas en la casa de sus padres. Se trata de un juego que atraviesa generaciones, y que no necesita más que un pedazo de tierra, ropa apta para ensuciarse y algunas bolitas, cuyo valor las ubica entre los juegos más económicos del mercado lúdico infantil. 
Estos objetos forman parte de los artículos de quiosco, y hoy, un paquete de 100 bolitas “sale entre 12 y 20 pesos. Con esa cantidad pueden jugar hasta 50 chicos, porque basta con que se le entregue un par a cada uno para que la competencia comience”, relata Adrián, sobrino de uno de los dueños.
Con el apego a los juegos digitales y a las nuevas tecnologías, muchos pibes dejaron de jugar en la vereda, en el barrio o en los recreos. “En el programa de Marley (Telefé) hay dos o tres juegos con bolitas”, comentó Adrián. Y el hecho de que aparezca en la televisión provocó que el juego se multiplique en las calles. “Hay un resurgimiento de la bolita. También responde a toda una movida cultural, impulsada por muchas maestras, que buscan que los chicos vuelvan a los juegos de antes”, comentó Adrián. 
Obreros trabajando en Tinka
Obreros trabajando en Tinka
Como en toda competencia, el juego de la bolita tiene reglas y códigos; aunque también mitos: la puntera es aquella bolita que marcada por el paso del tiempo, y pese a su deformidad, sigue siendo la favorita. Generalmente, se saca del bolsillo para jugadas claves y tiene un tratamiento especial: fue refregada contra el cemento para darle cierta rugosidad, lo que permite sujetarla con mayor precisión a la hora de la verdad. 
Quemarse pero no lastimar
“Cuando jugaba en el patio del colegio, durante los recreos, trataba de quemar al que tenía la bolita más linda, para quedármela”, recuerda no sin un dejo de nostalgia, Ramiro (30). Y a fin de cuentas en eso consiste el juego: en “quemar al otro” –golpear con la propia, la bolita del contrincante- y embocar en el hoyo. ¿El premio? El ganador se hará con la bolita del oponente que fue quemada.
“No seas chuletero, le decíamos al que hacía trampa, adelantando la mano de apoyo en medio de la cancha para beneficio propio”, recuerda Gustavo (25), que define a las canicas como “el deporte de recreos por excelencia”. 
De acuerdo a la experiencia de Tinka, la Provincia de Buenos Aires y la zona del Noroeste argentino son las regiones donde el juego suma más adeptos. “Debe ser por una cuestión de espacio”, supone una de las trabajadoras.
Pero a fin de cuentas, cuando el espacio no era propicio para el juego, los pibes se las ingeniaban: “Jugábamos entre los árboles; o sino levantábamos las baldosas de las veredas y armábamos la cancha”, recuerda Nico (42).
Una causa nacional
Tucumán, Cataratas del Iguazú y Santa Fe han sido escenario de campeonatos nacionales. En muchos de ellos, Tinka, se erigió como auspiciante de los encuentros. Y no es para menos, pues se trata de la única fábrica en ese rubro, en Sudamérica. “Teníamos el dato de que en Brasil había una planta funcionando. Pero nunca pudimos chequearlo; inclusive ellos nos han realizado pedidos a nosotros”, comentó Silvina.  
Diferentes tipos de bolones
Diferentes tipos de bolones
La producción de Tinka está en manos de 10 personas, cuyo vínculo además del laboral, es de parentela; pues se trata de una empresa familiar. Víctor Hugo Chiarlo y Domingo Vrech, que fueron socios en el inicio, aprendieron a trabajar el vidrio en una empresa de cristalería, experiencia necesaria para el desarrollo de su propia producción. “Es un trabajo muy artesanal; no automático. Hay que conocer mucho del vidrio para saber en qué momento está a punto para trabajarlo”, explicó Adrián; sobrino del hombre que se inició hace casi 60 años en el universo de las canicas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario