Ø Por Yasser O.
Hase
Siempre que nos
arrimamos a ésta época eleccionaria, quedamos sumergidos en ese mar de tristeza
que nos enseñan a diario los distintos noticiosos, ya sean gráficos, televisivos,
radiales, etc.
Difícil es poder
apreciar conquistas sociales, desarrollo productivo, mejoras salariales,
turismo nacional e internacional, avances tecnológicos, científicos y de
cualquier naturaleza. Todo eso queda archivado en los recortes pequeños, en las
terceras o cuartas pasadas, o, en los bloques menos relevantes ante la suba de
precios de algunos productos (que pocos dicen quienes regulan los números y los
mercados), las distintas aristas de un caso de asesinato (que ocurrió hace 30
días) donde se venden las hipótesis de los comunicadores como verdades (que se
refutan día a día, ya que solo son el pensamiento de ellos, que no han sido capacitados
para llevar adelante una investigación de esas características, sino que, para
trasmitir un mensaje o información), el cambio de pensamiento sobre las
inversiones hacia el País (no hace mucho, la falta de capitales extranjeros,
era la peor crisis nacional; ahora la llegada de socios que aporten dinero para
alternar las expediciones apuntadas son infructuosas – aun cuando los riesgos
sean mayores para los ajenos -), la aparición de quien fuera la mejor figura futbolística
del mundo repercute por sus relaciones personales y disgustos con la prensa (no
se lo busca para conocer su pensamiento, sus logros, sugerencias y
recomendaciones sobre lo que lo caracterizó o, sobre sus actuales proyectos
laborales – malos o buenos – sino que, se lo utiliza para enseñar los aspectos propios,
íntimos y propios de millones de seres humanos, exponiendo ante la sociedad,
las peores conductas de la vida de un hombre) y así, podemos seguir relatando
hasta completar éste escrito.
Ante esta
conducta recurrente, de las vías comunes usadas por la gran mayoría de la gente,
para notificar lo que naturalmente manipula el pensamiento y la reflexión de la
sociedad, es que debemos considerar, ¿Hasta qué punto deseamos conocer lo que
los grandes medios tienen para comunicar? ¿No sería más saludable poder oír a
los vecinos de un barrio, anunciando las nuevas actividades que se podrán
realizar en esa zona, o, la obtención del alumbrado público, o, la mejora en la
plaza pública? Acaso, ¿no es más interesante, y potable, enterarse sobre una
nueva PYME que nace en la región, que brindará puestos de trabajo a algunas
personas y desarrollo económico local? O, tal vez, ¿no resulta más atractivo
poder conocer las propuestas culturales que nacen en el esfuerzo de jóvenes con
iniciativa? Es de todos estos interrogantes que, cuando se realiza una lectura
precisa sobre las noticias que, se evidencia la tendenciosa orientación que
asumen la gran mayoría de cadenas informativas: cambian lo esencial de la vida
y la producción de contenidos naturales que hacen a la vida cotidiana y real de
las personas, por lo sensacionalista, lo privado de gente que es referencia
para las mayorías, lo turbio de bárbaros sucesos y acontecimientos, lo triste
de la vida. En pocas palabras, se ahorca lo fundamental de la sociedad, por lo
que cotiza en bolsa y vale dinero.
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